¿Quiénes son los Difuntos?
Mensaje. Fiesta de los Fieles Difuntos.
Mensaje de Nuestro Señor Jesucristo a J.V
Yo Soy un Dios de Vida y Yo os vine a mostrar la Luz, quién Conmigo está, vive Mí Vida y no muere nunca.
¿Quiénes son realmente los difuntos? Todos aquellos que están separados de la Vida, que Soy Yo, ésos son realmente los que están muertos.
Os he dicho que tengáis respeto por vuestros seres queridos que ya han llegado a Mí, y no sólo os pido respeto por ellos, sino que os pido que confiéis en su intercesión, porque, aquél que ha vivido en Mí, no puede morir y vive eternamente en Mí.
Las almas que han bajado para servirMe, que lo han hecho lo mejor posible, que Me han ayudado a devolverle vida a las almas muertas, o sea, las apartadas de Mis Leyes y de Mí Amor y al final regresan a Mí, son almas que vivirán junto Conmigo eternamente.
Vosotros, en el transcurso de vuestra vida sobre la Tierra, conocéis a multitud de hermanos vuestros y vuestro corazón os enseña a distinguir entre aquellos que están Conmigo y los que están contra Mí. Vosotros, como hijos Míos y corredentores Conmigo, debéis incrementar vuestra oración y vuestra ayuda a servirMe en la redención de ésas almas que caminan por la Tierra, o sin rumbo fijo, o con la firme idea de destruir Mí Obra de Amor entre los hombres, al haberse vuelto instrumentos del mal. Ellos sí serán difuntos para la vida eterna. Viven muertos a Mí Gracia, no la buscan ni les interesa servirMe. Ellos Sí causan gran tristeza a Mí Corazón, porque no valoran todo lo que en ellas he puesto y, además, Me quitan muchas, muchas almas y las orillan a la muerte eterna. Ellos sí necesitan de una gran ayuda de vuestra parte.
Un alma que ha tratado de vivir siempre Conmigo, han hecho lo mejor posible, primero, tratando de vivirMe en su corazón y luego, al darse cuenta del tesoro que llevan dentro, Me transmiten a los demás, a través de sus buenos tratos, de su buen ejemplo de vida, de sus buenas obras y, al final, con su muerte ejemplar, esas son almas que encuentran fácilmente, vida eterna al regresar a Mí, porque se vuelven, además, ejemplo de vida para otras almas y arrastran a muchas más a su salvación. Recordad que las almas que a Mí llegan, se vuelven grandes intercesoras vuestras, máxime si vosotros ayudásteis en su salvación.
Estas almas buenas han sido vida en la Tierra y lo siguen siendo aquí en el Cielo, puesto que siguen orando e intercediendo por la salvación de todos vosotros.
Recordad la parábola del muchacho al que llamé a que Me siguiera y él Me contestó: “permíteme ir a enterrar
a mi padre y luego te seguiré”, a lo que Yo le contesté: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”.
Con esto Yo les quería y les quiero enseñar que hay almas tan separadas de Mí, que para ellos el hombre está
vivo mientras se mueve y respira y que si se les acaban los signos vitales, hasta ahí llegó su vida y no
reconocen que haya una vida real y bella después de la muerte. Este tipo de gente también se encuentran muertos,
porque no han sabido transcender espiritualmente aún en vida, no han escuchado Mis Palabras y si lo han hecho, no
las han sabido poner en práctica, porque no las han llevado a su corazón. Pobres de ellos, que se mantienen
ciegos y enseñan ésa ceguera a muchos. Son almas que se han apegado al mundo y a sus cosas y se apegan a tal
grado que veneran al cadáver y no confían ni aprecian en lo que realmente vale en vosotros, el alma que os
concedí.
Este día debería de ser llamado, Día Glorioso de las Amas que Triunfaron y vuestra alma se debe de llenar de un
gozo santo, de un gozo fraterno, al saber que tenéis un Dios Bondadosísimo, que premia a las almas fieles con la
Vida Eterna, con vida en Mí Presencia.
Este día, en vez de ir a los cementerios con caras largas y vuestros ojos llenos de lágrimas, deberíais ir con
alegría sublime y con cantos de júbilo, para celebrar a vuestros hermanos que ya llegaron a Mí, ante su Dios y
que ya están gozando de las bondades de Mí Corazón.
Os vuelvo a pedir, sí, haced penitencia y mucha oración por las almas muertas, por las almas que estando
separadas de Mí y de Mí Amor, están muertas a la Gracias y están llevando a muchos más a la muerte eterna, por
su mal ejemplo y por sus ideas erróneas, por no permanecer bajo la moción de Mí Santo Espíritu. Orad
incesantemente por ellas para que vuelvan a la Vida. Por ellas, sí llenad vuestros ojos de lágrimas y vuestro
corazón de compasión, porque si la muerte los encuentra en tal estado, será su alma una gran pérdida para el
cielo y eso provocará un gran dolor a Mí Corazón.
Que éste día sea de gozo inmenso para los que están vivos a Mí Gracias y que confían en lo que les he
enseñado. Y que, no sólo éste día, vuestro corazón se vuelque en amor e intercesión por los que están
obrando mal, que por haberse vuelto instrumentos del mal, Me están quitando muchas almas del regreso a la Casa
Paterna.
Yo os bendigo en el Nombre de Mí Padre, en Mí Santo Nombre y en el del Espíritu Santo de Amor
La muerte:
A todos nos preocupa la muerte, sin embargo, para los cristianos no debe ser motivo de angustia y desesperación. A través de la muerte, el hombre consigue llegar a su fin último que es volver a Dios de quien procede. Sabemos que un día vamos a resucitar con Cristo, pero para esto es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2Co 5,8).
La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están sometidas al tiempo, en el cual cambiamos, envejecemos y, como todo ser vivo, tenemos un término, que es la muerte. Ante esta realidad, debemos pensar que contamos con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.
La muerte es consecuencia del pecado. Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir. La muerte fue contraria a los designios de Dios Creador y entró en el mundo como consecuencia del pecado (Cf. Gn 2,13; 3,3; 3, 19; Sb 1,13; Rm 5,12; 6,23). El hombre se hubiera librado de la muerte corporal si no hubiera pecado, es pues, el último enemigo que el hombre debe vencer. (Cf. 1Co 15,26).
La muerte fue transformada por Cristo. Jesús, Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición humana. Su obediencia, transformó la maldición de la muerte en bendición y promesa de resurrección. ( Cf. Rm 5, 19-21).
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